de Tiempo Ordinario - Ciclo B -
"Curación de un leproso"
15/02/15
Mc 1, 40-45
Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado".
En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente:
"No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio".
Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos, Y acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor
Reflexión
Le tocó
Ante este texto del Evangelio solo podemos sentir la maravilla de la compasión. De nuevo Jesús extiende la mano y toca. Toca a la persona enferma, de lepra. Toca al marginado, al que no tiene lugar en la sociedad, al que está apartado, el que no tiene futuro porque encima se ha quedado sin porvenir.
Jesús toca el dolor de la humanidad en el enfermo de lepra, en ese hombre concreto, con su historia o con su historia tan destrozada como su propia piel.
Y, sin embargo, Jesús es el único que puede restaurar la obra de arte del hombre que queda devuelta a las manos del Creador.
A mí me recuerda, claro, a san Damián y a tantos “damianes” en el mundo que se acercan continuamente a los que sufren, a pesar de lo desfigurado que pueda estar el rostro, el cuerpo, la memoria o lo que sea.
Gracias, Señor, por tendernos la mano una vez más.
Dibu: Fano Texto: Fernando Cordero ss.cc Fuente: http://blogs.21rs.es/kamiano
Ante este texto del Evangelio solo podemos sentir la maravilla de la compasión. De nuevo Jesús extiende la mano y toca. Toca a la persona enferma, de lepra. Toca al marginado, al que no tiene lugar en la sociedad, al que está apartado, el que no tiene futuro porque encima se ha quedado sin porvenir.
Jesús toca el dolor de la humanidad en el enfermo de lepra, en ese hombre concreto, con su historia o con su historia tan destrozada como su propia piel.
Y, sin embargo, Jesús es el único que puede restaurar la obra de arte del hombre que queda devuelta a las manos del Creador.
A mí me recuerda, claro, a san Damián y a tantos “damianes” en el mundo que se acercan continuamente a los que sufren, a pesar de lo desfigurado que pueda estar el rostro, el cuerpo, la memoria o lo que sea.
Gracias, Señor, por tendernos la mano una vez más.
Dibu: Fano Texto: Fernando Cordero ss.cc Fuente: http://blogs.21rs.es/kamiano
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