* El mar: Jesús está de pié, junto a la orilla del mar, está de pié no importa las obscuridades amenazadoras e ignoradas de las olas del mar y de la vida. Se pone de frente a este pueblo reunido, listo para la escucha y para el éxodo, Él, el buen pastor, con el cayado de su Palabra. Quiere conducirlo a través de los mares y de los océanos de este mundo, en un viaje de salvación que nos lleva siempre más cerca del Padre. También el mar de arena del desierto queda vencido por la fuerza de su Palabra y se abre, convirtiéndose en un jardín, un camino para cuantos deciden el viaje de retorno a Dios y por Él se dejan guiar. * La escucha de la fe que nos conduce a la obediencia: Es el segundo tramo del glorioso camino que el Señor Jesús nos ofrece, la gente se junta en torno a Jesús, llevada del deseo íntimo de “escuchar la Palabra de Dios”; es la respuesta a la invitación perenne del Padre. Pero la escucha que se nos es viva y vivificante, es escucha de la fe, no de la incredulidad y de la dureza de corazón. Es la escucha que dice: Sí, Señor, sobre tu palabra echaré mi red”. La llamada que el Señor nos está dirigiendo en este momento es ante todo la llamada a la fe, a fiarse de Él y de toda palabra que sale de su boca * La pesca como misión de la Iglesia: La adhesión a la fe lleva a la misión, esto es, a entrar en la comunidad instituida por Jesús para la difusión del Reino. Jesús escoge una barca y escoge a Pedro y, desde la barca, llama a hombres y mujeres, hijos e hijas, a continuar su misión. Conocido es también que el verbo “navega mar adentro” está en singular, referido a Pedro que recibe el encargo de guía, pero la acción de la pesca es en plural: “¡Echen las redes!”, referida a todos aquéllos, que quieran adherirse para participar en la misión. ¡Es bella y luminosa, es gozosa esta única misión y fatiga para todos! Es la misión apostólica, que empieza ahora, en obediencia a la Palabra del Señor y que llegará bogando por el mar a todos los rincones de la tierra. Nos pregunta a) “Sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre” Jesús baja, se sienta, esta en medio de nosotros, se abaja hasta tocar nuestra tierra y desde esta pequeñez nos ofrece su enseñanza, su Palabra de salvación. Jesús me ofrece tiempo, espacio, disponibilidad plena para encontrarlo y conocerlo, pero ¿Sé quedarme, permanecer, hallarme con Él, delante de Él? b) “Le rogó se alejara un poco de tierra”. La petición del Señor es progresiva. Luego pide ir mar adentro” Invitaciones dirigidas a todas las barcas de todos los hombres y mujeres. ¿Tengo fe, tengo confianza, confío en Él y por eso me dejo llevar, abandono la pesca? Me miro dentro con sinceridad y seriedad: ¿Dónde están plantadas las anclas de mi vida? c) “Echaré las redes”. En este pasaje el verbo “echar” aparece en dos ocasiones: la primera está referido a las redes y la segunda a la misma persona de Pedro. El significado es fuerte y claro: delante del Señor podemos echar todo nuestro ser. Nosotros echamos, pero Él recoge. Siempre, con una fidelidad absoluta e infalible. ¿Me siento dispuesto a tomar mi vida tal como es hoy y arrojarla a los pies de Jesús, para que Él, una vez más, me recoja, me sane, me salve, haciendo de mí un hombre nuevo? d) “Hicieron señas a los compañeros de la otra barca”. Pedro sirve de guía para mi camino y me indica la vía de apertura a los otros, de la participación, porque en la Iglesia no es posible estar aislados y cerrados. Todos somos enviados.
¿Pero yo sé acercar mi barca a la de los demás? ¿Sé como darles a los otros hermanos y hermanas los dones y las riquezas, que el Señor ha querido confiarme en depósito?
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