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María, alma enamorada, al final de sus días,
como flor delicadamente cultivada,recibe la plenitud de su alegría.
Su alma estaba incompleta hasta hallarse unida a Aquel
que era su razón de ser, su Hijo, su Dios.
Este es el misterio de la Asunción, que nos deja
una enseñanza radicalmente cristiana:
nuestra meta es el Cielo.
Esa es nuestra verdadera patria.
Gracias Madre por estar siempre con nosotros. Sé nuestra compañera de camino.
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