viernes, 1 de febrero de 2013

Evangelio según San Lucas 4; 21-30

4º Domingo
de Tiempo Ordinario - Ciclo C
03/02/13
Lc 4; 21-30
Lc 4; 21-30: Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír". 
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?". 
Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: "Médico, cúrate a ti mismo". Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm". 
Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. 
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. 
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. 
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio". 
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. 
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino. 
                                                                                   Palabra del Señor

Jesús, tú quieres tallar nuestro corazón como buen carpintero y maestro de la sabiduría. ¿Lograrás sacar del tronco de nuestra existencia una obra agradable a tus ojos?
En tu pueblo no te hicieron caso. No creían en el hijo del carpintero. A veces la sencillez y la humildad no “vende”. Más bien, quieren “despeñarte”. Tú, sin embargo, sigues empeñado en tallar nuestra alma, a pesar de todos los riesgos. No te canses nunca, Maestro carpintero, de realizar esa noble tarea, a ver si consigues que latamos a tu ritmo, que nos empleemos en tus opciones y en tu manera de afrontar los desafíos de la vida.
Dios carpintero, pule la madera de nuestro ser con el cepillo de tu misericordia y de tu amor.


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