lunes, 3 de junio de 2013

Evangelio según San Lucas 7,11-17

10º Domingo
de Tiempo de Ordinario - Ciclo C
9/06/13
Lc 7, 11-17
Lc 7, 11-17
En seguida, Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud.
Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba.
Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores".
Después se acercó y tocó el féretro. Los que los llevaban se detuvieron y Jesús dijo: "Joven, yo te lo ordeno, levántate".
El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo".
El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.
Palabra del Señor         
Jesús siente lástima, se duele del dolor, de la muerte de los débiles y pequeños, de los que no cuentan, porque parecen ser de tercera o cuarta (el Tercer Mundo…). El mundo se duele de países como Siria, Libia, Malasia, Palestina, Congo… y de tantos otros donde la oscuridad de la violencia campea a sus anchas. Nosotros nos dolemos del dolor que tenemos cerca, del amigo que lucha por su enfermedad, de la mujer recién parida que no tiene qué dar a su bebé o de la que recorres las calles para encontrar algo con lo que echar hacia delante a su familia.
Jesús siente lástima y actúa. Dice al muchacho, hijo de la viuda de Naín: “¡Levántate!”. Levantémonos a la voz de Jesús, a la escucha de su Palabra, al latido de sus bienaventuranzas. Lloremos con el mundo pero luego atendamos al que continuamente no invita a continuar viviendo, generando vida, luchando por ella de una manera comprometida y digna.
Lloremos y levantémonos, compartamos y ayudemos, siendo compasivos y compañeros de camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario