Santa María, Madre de Dios
1/1/15
Lc 2, 16-21
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ReflexiónEmpezamos el año festejando a la Virgen. Es una oportunidad de oro para ponernos en sus manos desde el primer respiro del año.
Los hombres, al igual que hace más de dos mil años, siguen necesitando de Cristo. Pero pocos le reciben y le aceptan, porque se olvidan del ejemplo que nos dan María y los pastorcillos. El Evangelio nos dice que los pastores después de escuchar el mensaje del ángel “fueron a toda prisa”.. Porque los “sencillos de corazón verán a Dios”. Es decir, pusieron en práctica lo que les pedía Dios: caminar hacia Belén, donde encontrarían al Salvador. Y es precisamente esto lo que necesitamos. Sabemos que para tener a Cristo hay que decidirse a dejar los “rebaños” del egoísmo, de la comodidad, el placer y la vanidad, pues no existe un Cristo a nuestra medida, sino el único Cristo que encontraron los pastorcillos “un niño envuelto en pañales recostado en un pesebre”.
Para llegar a Él hace falta ser humildes, pues la entrada de la cueva es pequeña y exige agacharse. Es Dios mismo quien nos enseña, desde ese pesebre, que su seguimiento exige cruz, dolor, humildad, pureza y pobreza de corazón, y obediencia a la voluntad de Dios. Y es esto lo que da la paz y la felicidad en el corazón. María, la Madre de Dios, nos enseña que para llegar a Cristo hace falta también la oración. Ella “guardaba todas la cosas y las meditaba en su corazón”.
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